Actividades Cuarto Período Académico. Área: Religión- Ética y Valores. Grado: 4° y 5°. Semana 3 y 4 del 26 de octubre al 06 de Noviembre
TEMA: RECONOCIMIENTO DE VIRTUDES Y LIMITACIONES
Virtud: es una cualidad estable de la persona, ya sea natural o adquirida… Las virtudes son el conjunto de hábitos que determinan el comportamiento de una persona. Los valores son criterios que orientan la conducta humana mientras las virtudes son hábitos de comportamiento humano. Las virtudes cardinales son: la Justicia (dar al prójimo lo que le es debido), la Fortaleza (capacidad de resistirse ante las tentaciones), la Prudencia (actuar conforme a un juicio recto) y la Templanza (moderar la atracción de los placeres). Dios nos habla de las virtudes como obras del espíritu que son: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.
Limitación: es
una acción de fijar límites o fronteras sobre alguien, algo o cosa que
dificulta alguna circunstancia en la vida para su desarrollo normal en
libertad. Reconocer nuestras limitaciones es muy importante para desarrollarnos
como personas, tanto en el ámbito profesional como en el emocional. Tener un
limitación es natural: no existe ser vivo cuyas habilidades sean infinitas. Por
lo tanto, nadie debería sentirse avergonzado de estos muros que marcan hasta
donde podemos llegar; por el contrario, descubrirlos y aceptarlos es la clave
para aprovechar nuestro potencial.
EL DESEO DEL PAJARITO AZUL
Érase una vez un hermoso pajarito
azul que vivía en un árbol que crecía altivo en la cima de una montaña. Desde
ese privilegiado lugar se veía el mar y se podía escuchar el sonido de las olas
batiendo contra las rocas, disfrutar de la penetrante brisa marina, y
contemplar cada noche un enorme sol naranja sumergiéndose en las aguas hasta la
llegada del nuevo amanecer.
Además de esas impresionantes vistas,
el pajarito azul disfrutaba de las ventajas de ser ave. La mayor de todas era
que podía ensayar un montón de acrobacias en el aire, pero también hacer cosas
muy chulas como atrapar bichitos al vuelo o, en los meses de verano, revolotear
entre las esponjosas y húmedas nubes para quitarse el calor y volver fresquito
al nido.
Curiosamente, aunque su vida parecía
envidiable, el pajarito azul no se sentía plenamente feliz. Él tenía un sueño,
y ese sueño, como suele suceder, tenía que ver con algo inalcanzable para él.
Lo que más anhelaba, lo que más deseaba en el mundo el pajarito azul, era
aprender a nadar. Por esta razón, mientras sus amigos disfrutaban picoteando
cerezas o haciendo carreras en las praderas cercanas, él se pasaba horas viendo
las cabriolas que a lo lejos, hacían los delfines.
Completamente pasmado, se repetía una
y otra vez:
– ‘¡Cuánto me gustaría haber nacido
pez!… Si pudiera cambiar mis alas por aletas no me lo pensaría dos veces.’
Tanto se obsesionó con la idea que
llegó un momento en que perdió interés por todo lo que le rodeaba. El pajarito
azul dejó de comer y poco a poco se fue quedando pálido, flacucho, sin fuerzas. Su madre, preocupadísima, le advirtió:
– Hijo mío, no puedes seguir así.
Deberías estar pasándotelo bien con tu pandilla y no todo el día metido en casa
sin hacer otra cosa que mirar el mar. Tú eres un pequeño pájaro y nunca podrás
nadar ¿Es que no te das cuenta?… ¡Anda, ve a dar una vuelta que hace un día
espléndido!
Aunque estas palabras tenían la
intención de animarlo no sirvieron de mucho; al contrario, el joven pajarillo
se sintió todavía más deprimido y, en cuanto su mamá se alejó, se puso a llorar
amargamente sintiendo que nadie en el mundo le comprendía.
En eso estaba cuando una gaviota de
pecho blanco que pasaba por allí se posó a su lado y le dio unas palmaditas en
el lomo con una de sus robustas patas amarillas.
– ¿Se puede saber qué te pasa,
pequeñajo? Por tu tristeza deduzco que estás metido en un problema bien gordo.
El pajarito azul la miró de reojo un
poco avergonzado.
– No sé si es un problema, pero lo
cierto es que me siento fatal.
La gaviota se sentó, dispuesta a
escuchar la historia.
– No tengo nada mejor que hacer así
que soy toda oídos. Si compartes conmigo eso que tanto te agobia quizás pueda
ayudarte.
El pajarito seguía sin apartar los
ojillos encharcados en lágrimas del infinito mar azul. Por fin, fue capaz de
soltar todo lo que llevaba dentro.
– ¿Ves lo increíble que es el océano?
¿Y
ves lo cerquita que está?… Desde que nací mi gran ilusión es aprender a nadar.
– ¿Ah, sí?… ¿Y por qué?
– Para saltar las olas, para comprobar
si el agua es tan salada como cuentan, para flotar boca arriba como un tronco a
la deriva… ¡y para explorar el fondo en busca de corales!
La gaviota sintió mucha lástima por
él y se mantuvo en silencio durante unos segundos. ¡No pedía poca cosa el
muchachito! Finalmente, decidió opinar.
– Aunque no me creas, te aseguro que
puedo entender tu frustración: eres un pájaro que quiere nadar y no puede
nadar… ¿No es así?
– Sí, y por eso yo…
– Escúchame bien lo que te voy a
decir: todos los seres del mundo, del más pequeño al más grande, tenemos un
montón de virtudes, pero también algunas limitaciones que debemos aceptar con
naturalidad. ¿Es que nunca te has parado a pensar sobre ese tema?
El pajarito azul se sintió bastante
apurado.
– La verdad es que no mucho.
– Pues no tienes más que fijarte en
los demás.
Por ejemplo…
¡mira hacia ahí! ¿Ves esos humanos que pasean descalzos por la playa?
¡Dicen que son los seres más inteligentes del planeta Tierra!
Poseen un cerebro tan desarrollado que son capaces de construir sofisticados
cohetes que atraviesan el espacio y se posan en la Luna, pero ¿sabes una cosa?
¡Jamás podrán volar por sí mismos como nosotras las aves, ni correr a la
velocidad de los guepardos, ni saltar de rama en rama al estilo de los gorilas!
El pajarito azul se relajó un poco,
fascinado por la explicación de la sabia gaviota.
– ¿Y qué me dices de nosotros los
animales? ¡Todos tenemos capacidades diferentes! Los peces saben mejor que
nadie cómo es el mar, pero nunca conocerán el placer de saborear un arándano.
Los topos pueden excavar los más largos túneles, pero están condenados a vivir
en la oscuridad cubiertos de polvo. ¡Por no hablar de los elefantes, siempre
arrastrando toneladas de peso allá donde van!… En cambio tú puedes comer fruta fresca, disfrutar del aroma de las flores, bailar sobre la
brisa porque eres ligero como un pedacito de algodón…
El pajarito empezaba a comprender lo
que su nueva amiga quería transmitirle.
– Sin ir más lejos ¡fíjate en ti y en
mí! Es cierto que como nací gaviota me lo paso bomba pescando en ese mar que
tanto miras, pero soy tan grande que no puedo jugar al escondite entre los
matorrales porque me destrozaría las alas. ¡Ah!, y mejor no hablar de los terribles graznidos que
suelto cada vez que muevo el pico… ¡No todos hemos nacido con esa voz melodiosa que
tenéis los de tu especie, querido mío!
Las palabras de la gaviota calaron
hondo en el corazón del pajarillo que, por primera vez en mucho tiempo, empezó
a sentirse afortunado de ser quién era.
– ¡Tienes razón! La naturaleza ha
sido generosa conmigo y
por culpa de mi cabezonería
me estoy perdiendo muchas cosas.
La gaviota no pudo evitar inflar el
pecho de satisfacción.
– ¡Me alegra que hayas captado la
idea! Estaría genial que te centraras en lo que se te da bien, en lo que puedes hacer. Todos
tenemos talento para algo y las aves azuladas sois unas cantoras excepcionales.
La gaviota no mentía: a excepción de
los jilgueros y los ruiseñores, ningún ave en muchos kilómetros a la redonda
podía presumir de un trino tan suave y afinado.
– En la escuela de música que hay
junto a la cascada imparten clase los mejores profesores de la zona. Se me
ocurre que podrías recibir lecciones de canto un par de días por semana y entrar a formar parte de un coro.
En la cabecita del joven pájaro
empezaron a surgir nuevos planes de futuro.
– No es mala idea… ¡Quizá pueda
perfeccionar mi técnica vocal para llegar a ser un gran tenor!
La gaviota se alegró al ver que el pajarito
azul iba recobrando
la ilusión.
– ¡Bravo, amigo, esa es la actitud!
De todas maneras, hay una cosilla más que debes aprender hoy.
El pajarito azul la miró intrigado.
– ¿El qué, amiga gaviota? ¿A qué te
refieres?
– Has entendido que debes aceptar tus
limitaciones ¿verdad?
– Sí, gracias a ti, ahora lo sé.
– Y ves claro que nunca podrás
bañarte en el océano ¿no es cierto?
– ¡Con una claridad meridiana!
– Muy bien, veo que eres un chico
listo, pero…
– ¡¿Pero qué?!…
– Pues que yo me refería a que no podrás hacerlo tú solito.
– ¿Cómo?… ¿Qué insinúas?…
– ¡¿Para qué están los amigos?! ¡Venga,
súbete a mi lomo que nos vamos de aventura!
¡El pajarito azul se volvió loco de
contento! Sin pensarlo saltó sobre la gaviota y se agarró lo más fuerte que
pudo a las plumas de su nuca. Casi no le dio tiempo ni a tragar saliva antes de
escuchar el aviso de salida:
– ¡Tres!… ¡Dos!… ¡Uno!… ¡Despegue!
Cuando su amiga cogió velocidad y
empezó a volar montaña abajo
como si fuera un torpedo, el pajarito azul empezó a gritar entusiasmado:
– ¡Ahhhhh!… ¡Uhhhhhh! … ¡Esto es
alucinante!
Antes de que pudiera darse cuenta ya
estaba ahí, sobrevolando el ancho mar, respirando el fuerte aroma a sal, y
notando el corazón galopando dentro del pecho como un caballo desbocado.
– ¿No querías sentir el océano?…
¡Pues vamos a verlo todavía más cerca!
La gaviota dio un giro sorprendente y
batió las alas como una loca. Seguidamente, y con una destreza digna de una
deportista de élite, se
situó
a ras de agua, puso las alas en forma de cruz, y empezó a deslizarse con las patas sobre la
superficie como si estuviera haciendo esquí acuático.
¡El pajarito azul estaba
completamente fascinado!
– ¡Yupi!… ¡Yupi!… ¡Esto
es genial!
Por fin, cuando parecía que la
emoción había llegado al límite, hubo una última sorpresa: la gaviota se
zambulló sin avisar dentro del agua y buceó unos segundos para que su pequeño
amigo pudiera disfrutar del silencioso e increíble mundo natural que escondía
el fondo del mar.
Nadie puede imaginar lo que esa
increíble experiencia supuso para el pequeño pájaro azul. Había cumplido su
sueño gracias a la bondad de una desconocida gaviota blanca de patas amarillas
que se cruzó en su vida en el momento que más lo necesitaba ¡No podía sentirse
más dichoso!
De vuelta en el nido, la abrazó muy
fuerte.
– ¡Tanto tiempo esperando este
momento!… No existen palabras suficientes para agradecerte lo que acabas de
hacer por mí. ¡Has convertido mi día más triste en el más feliz de mi vida!
– ¡Paparruchas, no hay nada que
agradecer! Fue un placer compartir un momento tan mágico contigo, pero espero
que a partir de ahora te aceptes tal y como eres. La vida está para
disfrutarla, nunca lo olvides.
– Lo haré, amiga, lo haré.
– En fin, debo irme. Si algún día te
apetece bajar hasta el mar y pasar un buen rato, silba fuerte y vendré pitando
¿de acuerdo, pajarillo marinero?
– ¡Eso está hecho!
Sin decir nada más, la gaviota le
guiñó un ojo y emprendió el vuelo. Mientras se alejaba, el pajarito azul notó cómo una lágrima de felicidad resbalaba por su mejilla. Se la
secó con su alita, suspiró profundamente,
y abandonó el nido. ¡La escuela de música le estaba esperando!
ACTIVIDAD:
1. Leo
comprensivamente los conceptos anteriores.
2. Según
el cuento “El deseo del pajarito azul” desarrollo el taller propuesto:
2.1 Cuáles
son las virtudes que posee el pajarito azul?
2.2 Cómo
le pareció la reflexión sabia que le compartió la gaviota blanca de patas
amarillas al pajarito azul?
2.3 Cuáles
son las limitaciones del pajarito azul?
2.4 La
moraleja o enseñanza que me deja el cuento “El deseo del pajarito azul” es…
3. Consulto
el significado de las virtudes: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad,
fe, mansedumbre y templanza. Escribo por qué son importantes para nuestra vida
espiritual.
4. Explico
el mensaje del cuento a través de un cartel, elaborado en cartulina o en su
cuaderno de Ética.
NOTA: Desarrollo la
actividad en el cuaderno de Ética y Valores y envío las evidencias de los
numerales 2, 3 y 4
Curo 5.2 al correo leididy0910@gmail.com o
al WhatsApp 3115577694
Grado 5° y curso 4.2 al correo profelibiabarrios@gmail.com o
al WhatsApp 3132726908
Curso 4.1 al correo profelibiabarrios@gmail.com o
al WhatsApp del grupo.
VIERNES
06 DE NOVIEMBRE
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